El juego de fútbol depende de la interacción de innumerables elementos, tales como los atletas, el espacio, la pelota, el árbitro. Un equipo consigue desempeñar su papel con éxito cuando todos esos elementos entran en equilibrio en dirección al modelo de juego propuesto, siendo los atletas responsables por el control de esa interacción.
Desde el punto de vista pedagógico, cualquier contenido a ser enseñado en cualquier área de conocimiento debe seguir la lógica de lo más simple a lo más complejo. Es fundamental el trabajo de base para el desarrollo posterior de conceptos más profundos. Por ejemplo, en el caso de las matemáticas, la enseñanza de ecuaciones de segundo grado depende de un dominio sobre conceptos más simples, como las operaciones de suma, resta, división y multiplicación, más allá de otros factores. Sin esos conocimientos de base, o enseñanzas de contenidos más complejos en la matemática se tornan prácticamente inviables.
En el fútbol ocurre el mismo proceso. Cuando una temática más compleja está por ser introducida en el proceso de formación, es esencial considerar lo que ya fue abordado anteriormente y cuál es el dominio de los jugadores sobre ese asunto. Para ilustrar, hagamos un análisis de los sistemas de juegos. Son incontables los casos de equipos sub 11, sub 13 y mismo sub 15, que son colocadas en situaciones complejas de juego sobre los sistemas 4-4-2, 4-2-3-1, 3-5-2, 4-4-3 y el actual 4-1-4-1. De cierta forma, esa manera de sistematizar la distribución de los jugadores en el campo es importante, pues ilustra y ejemplifica, de manera genérica, como los equipos juegan y cuál es el papel de cada jugador. Pero, algunas otras interacciones inherentes a cada uno de esos sistemas acaban siendo olvidadas.
En otras palabras, debemos tomar con cuidado para simplemente no colocar a los jugadores en un sistema de juego y esperar un “milagro” para que las interacciones ocurran. Es necesario profundizar como deben ser esas relaciones. Por ejemplo, en un sistema 4-2-3-1, como debe ser la interacción 2-1-1 (defensor y lateral- volante- medio campista)??? En síntesis, el juego tiende a ser resumido a un sistema de juego de 11 jugadores, cuando la verdad se trata de múltiples sistemas de menos jugadores que en su suma, totalizan 11.
En esta perspectiva, los juegos reducidos (baby o futsal) surgen como una herramienta interesante. A partir de ellos, es posible crear situaciones de interacción con menos jugadores, siempre teniendo como base el modelo de jugo de equipo, para posteriormente transferir esas interacciones para el juego formal de 11 contra 11. Se puede elaborar juegos estimulando interacciones entre defensores y laterales, medio y volantes, medios y delanteros, etc. Presenciamos entonces, la lógica de simples-complejos. Primeramente, el joven jugador aprende a interactuar con pocos elementos hasta llegar al objetivo final, un juego de cancha de once.
Además del componente táctico o técnico, también tiene en su desarrollo la estimulación de juegos reducidos. En esas actividades, el número de veces en que los jugadores ejecutan acciones como esta, con o sin pelota, es significativamente superior en relación al juego. O sea, se trabaja la repetición de gestos en una situación de juego.
Por lo tanto, el uso de estas herramientas en las edades de formación deben componer la mayor parte del proceso; pues desarrolla un trabajo de base, en la perspectiva pedagógica de progresión, partiendo de lo más simple, a lo más complejo.
Marcelo Possari Matsuguma | CEO WCGSports | Bachillerato en Educación Física de la Universidade Estadual de Campinas- São Paulo | Técnico de Fútbol y Fútbol Sala con experiencia internacional en las categorías de formación y profesionales